A diferencia de la multitud de citas queseras del Principado, la de Cuerres tiene una esencia propia y distintiva, no se trata de comer por comer, sino de saborear el ambiente único de una merienda campestre que, disfrutándose cordialmente en compañía de familiares y amigos, tiene algo de ancestral. No se exagera al decir que la Feria del Quesu de Cuerres es todo un modelo de romería tradicional, y quizás tenga que ver en esta autenticidad el hecho de que la Feria remonte sus orígenes siglos atrás, siendo la festividad de San Lorenzo una fecha clave de la mercadería comarcal, con feria de ganado de gran renombre incluida. Puede tener que ver también el propio lugar, enclave riosellano (Cuerres) cuyo nombre evoca el antiguo espíritu celta, insinuando un posible poblado fortificado de la época del hierro. Hoy en día la tradición se renueva, y Cuerres mantiene viva la llama del mercado especializándose en un rito efímero y populoso que siempre deja buen sabor de boca entre sus fieles seguidores.
Hay queso, mucho queso. Alrededor de una tonelada es el balance final de las ventas año tras año. Los puestos artesanos reunidos en el pueblo abastecen el consumo instantáneo de los estómagos más impacientes, y sólo un porcentaje menor de lo comprado se reserva para llevar el sabor a familiares y amigos que se han perdido la feria. El pueblo de cuerres se convierte por unas horas en la capital quesera de Asturias. El tradicional recinto del ferial y los alrededores de la iglesia parroquial se convirtien en pintorescos e improvisados restaurantes.
Gamoneu, Cabrales, Picón, queso de cabra de Vidiago, de Pría y un sin fin de matices de la elaboración láctea de la región están presentes en la plaza de la localidad. Pero además de quesos se degustan otros muchos productos de la tierra para saciar el apetito, así como postres autóctonos destinados a endulzar la digestión. Chorizo picante y dulce, cecina, conservas de pescado, licores, sidra, mermelada, dulces, miel, empanadas, empanadillas, tartas, casadielles, frisuelos, panes de todos los tipos y tamaños y un sin fin de variedades con la etiqueta «de casa» son dispuestos a última hora de la tarde sobre manteles improvisados en el prau de la fiesta. Cientos de comensales abarrotan la jira y prolongan las tertulias hasta que la noche cae sobre ellos.
Más tarde, el gentío se acerca al bar ambulante y la orquesta, sin prisa, comienza sus primeros acordes. La Jira continúa en la Plaza de la Parroquia de San Mames con una verbena distentida y atiborrada de animación. De una u otra forma, todo el mundo termina por meterse en el «meollo», y la concurrencia extraordinara del baile revalida la condición festiva de la aldea. Y es que Cuerres sigue siendo la disculpa ideal para no dar tregua a las noches del verano, con la imparable inercia que el Descenso del Sella trae consigo a principios de agosto.
Amanece en la aldea y aún hay muchos que no quieren irse, el queso ha actuado a su modo, quizás como una «pócima mágica».
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Texto: © Ramón Molleda para ribadesella.com