Mingote ha dejado impresa en Ribadesella su viñeta más monumental, dispuesta en 6 paneles de cerámica de grandes dimensiones (cuatro metros de largo por uno y medio de alto, cada uno). Eso sí, con personajes cocidos lentamente en el gres, grandes narices y poses cómicas.
Y como en el hombre de la caverna, sus recreaciones del resto de la historia ponen el acento Mingotesco a la época que corresponda, con lo que va brotando una prosa auténtica, en forma de caricatura, para relatar un pasado que es local en los hechos y universal en su reproducción artística.
Ubicados en el popular Paseo de la Grúa, una de las fachadas marítimas más bellas de la cornisa cantábrica, los paneles suman un atractivo más a esta transitada senda, uniendo los méritos culturales a los del paisaje, con la inmediatez de la ría del Sella y la mar batiente de fondo en la playa de Santa Marina. Un estuario único para una obra única.
Lo que oficialmente se conoce como la Ruta Histórica del Puerto son estos seis mosaicos correspondientes a seis grandes momentos del pasado riosellano, seleccionados previamente por el escritor local Toni Silva. Prehistoria, Edad Media, Renacimiento, La Guerra de la Independencia, la emigración del siglo XIX y la época más cercana a la actual, que incluye las figuras cariturizadas de los Príncipes de Asturias, turistas ocasionales de este municipio, en el que el Príncipe Felipe aparece sin cabeza, dado que su altura impropia, parece decirnos Mingote, no cabe por completo en el mural.
Tras los dibujos realizados por Mingote, los paneles comenzaron a elaborarse artesanalmente en el taller del ceramista asturiano Pachu Muñiz, posteriormente se trasladaron en centenares de pequeñas piezas a la fábrica de loza de San Claudio, en Oviedo, para unirlas todas, más de 300, en una cocción final a más de mil grados. El resultado de este complejo proceso son los seis puzzles gigantes. Según Muñiz, que es quien mejor conoce la obra final, la manera idónea de apreciar los murales es desde unos tres metros de distancia, dejando que la vista se recree, de un lado a otro, por los innumerables recovecos de la composición, como si de grandes lienzos de pintura tradicional se tratase.
De todas formas, si nos acercamos, los personajes resultan más entrañables y la escenografía general se reparte en multitud de gestos y detalles que de otro modo podían pasarse por alto. Decenas de rostros y personajes, cada uno diferente al otro, con expresión y personalidad propia, pueblan mágicamente las escenas históricas.
Los episodios relatados por Mingote se refieren al hombre de Tito Bustillo y la cultura paleolítica de las cavernas; a Roma y la Edad Media, con elementos básicos como la caza y la reelaboración de las ballenas o el otorgamiento de la Carta Puebla de 1270, fundacional del concejo, que concedió a la villa Alfonso X el Sabio; el Renacimiento, siglo XVI, con la visita de Carlos V y el puerto salinero; la guerra de la Independencia, con la ocupación de los franceses; y la emigración a América, siglo XIX, con el bergantín «Habana». Un sexto mural, que Mingote llama “La Modernidad” dispone una estampa de principios del siglo XX, anterior a la guerra civil, con el puente de hierro que cruzaba la ría, bañistas ataviados a la antigua usanza, un señor leyendo el periódico local «L’Atalaya» y los Príncipes de Asturias.
Pero lo mejor para descubrir toda la dimensión artística de los paneles es acercarse Ribadesella y disfrutarlos en vivo. De esta manera, paseando por el puerto, el sentido de los dibujos encaja perfectamente en el medio que les dio vida y que fue, finalmente, el que convenció a Mingote para decidirse por el trabajo: «Vinimos mis amigos y mi mujer y el interés que yo había tenido por el proyecto se convirtió en ilusión al ver este pueblo precioso que nos enamoró».
Texto: © Ramón Molleda para ribadesella.com