Rutas turísticas como la de los molinos en Ribadesella, tratan de recordarnos que en la Edad Media, y tras la sustitución de la fuerza humana por la hidraúlica, los molinos de agua no eran cualquier cosa y que, aprovechando la energía de los ríos, abastecían comarcas enteras de harina de distintos cereales. La producción de estos molinos se incrementó a partir del siglo XVII gracias a la extensión del cultivo de maíz, procedente de América. El hecho de ser un referente para la economía de la comunidad, además de un refugio siempre escondido y agazado entre las orillas fluviales, convirtió a los molinos en objeto de leyenda, sobre todo en materia de rumores sobre amoríos y tejemanejes pecaminosos que tenían lugar en su interior.
En Ribadesella podemos rememorar aquellos tiempos conociendo de primera mano el engranaje de estos molinos y apreciando la alta densidad de los mismos en las orillas de la riega de Tresmonte. Incluso podremos observar sus mecanismos, pues uno de ellos está habilitado y listo para mover sus muelas si accionamos una llave de paso que deja correr al agua con fuerza. Después podemos meternos en el molino y manejar sus palancas para elaborar un puñado de harina que llevarnos de recuerdo.
¿Dónde comienza la ruta de los molinos?
La ruta para llegar hasta aquí comienza en el pueblo de Cuevas del Agua donde dejaremos el coche. Seguimos la pista que nos conducirá hasta el caserío de Santiago a unos centenares de metros. A nuestra izquierda nos acompaña durante un buen rato el río Sella. Una vez que llegamos al caserío, cruzamos éste hacia el fondo, por donde discurre la riega de Tresmonte. Deberemos de cerrar una portilla campestre a nuestro paso.
Siguiendo el arroyo nos iremos adentramos en un valle estrecho y muy frondoso salpicado de molinos harineros, la mayoría de ellos en avanzada ruina, excepto el llamado Molino de Francisco. Precisamente después de este molino el camino asciende para alcanzar la pista que conduce al caserío de Tresmonte.
La ruta es también un ejercicio botánico, pues descubriremos un extenso muestrario de árboles autóctonos en un corto trecho.
Nuestro recorrido se hace bien en una hora de ida y otra de vuelta. Un caminar sencillo, cargado de cultura y naturaleza a la par y muy gratificante, que puede realizarse en cualquier estación del año si el tiempo acompaña.
Pero tomando como disculpa este paseo, podemos enfrascarnos en rutas un poco más largas que parten desde esta misma. Si seguimos el camino por el que veníamos llegaremos al pueblo de Tresmonte. Este pequeño pueblo, hoy sólo habitado por una familia, es una buena muestra de la arquitectura popular de la zona, y conocido por haber sido la cuna de nacimiento de D. Manuel Fernández Juncos, defensor del español en Puerto Rico frente al avance del inglés e impulsor de la prensa libre en ese país. En esta aldea olvidada que antaño diera muchos niños y algún personaje ilustre, sentiremos la agradable sensación, a la vez que nostálgica, del paso del tiempo en esas aldeas asturianas que se han convertido en pueblos fantasmas. Rincones cargados de historias y recuerdos que sólo pueden rememorar sus últimos vecinos, dispersados ahora por villas y ciudades.
Desde Tresmonte se retrocederá por la pista hasta encontrar una desviación a la izquierda que se seguirá hasta encontrar otro cruce. En este lugar deberemos decidir por una de las dos variantes:
Opción 1: desviación a la derecha: se desciende rápidamente hacia el pueblo de Cuevas.
Opción 2: hacia la izquierda se asciende hasta el Collado Moru, desde donde se pueden contemplar inmejorables vistas panorámicas de la costa de Ribadesella y su entorno, así como una parte importante de los Picos de Europa.
Ruta de los Molinos de Ribadesella
Hay quien sostiene que los molinos de agua fueron uno de los inventos preindustriales más…
Texto: © Ramón Molleda para ribadesella.com
Cota máxima: 258 m
Cota mínima: 9 m
Desnivel de subida: 457 m
Desnivel de bajada: -424 m
Tiempo empleado: 03:32:17
Recorrido: Ida y vuelta, ruta circular