¿Qué huellas nos encontraremos?
El archivo natural de la edad jurásica en esta área se dispone en una buena serie de lonchas gigantescas que conforman lo que los geógrafos llaman formaciones estatigráficas. La era secundaria ocupa una parte sustancial en los materiales de estas capas. Las huellas de branquiópodos, saudópodos, terópodos y otros, tanto bípedos como cuadrúpedos, carnívoros o vegetarianos, son los datos más abundantes, con mediciones que oscilan desde el pie de una paloma hasta el de un elefante multiplicado por diez. Pero en esta parcela privilegiada del litoral peninsular se hallan también restos de tortugas, cocodrilos y reptiles marinos, peces, vegetales, troncos, pequeños organismos, huellas de oleaje jurásico, marcas de arroyos de aquella época, e infinidad de otros rastros.
Se sabe que en el Jurásico Superior Asturias presentó un clima extremadamente árido, y sus costas eran bajas, sin presencia de acantilados inicialmente. Hubo un tiempo en el que la distribución de mares y tierras era radicalmente distinta a la que hoy conocemos. Un único «megacontinente» se dividió en dos debido a la aparición del Océano Atlántico y el juego geológico de las placas tectónicas. Una gran parte de Asturias, durante el Jurásico Inferior, estuvo sumergida bajo las aguas. Una retirada posterior de éstas dejó el litoral convertido en una enorme marisma en la que quedaron inscritas los rastros menores y mayores de todos los organismos que sobrevivían en aquel ambiente. Los dinosaurios, en concreto, encontraron en este fango, sede a la vez de numerosos deltas fluviales, un lugar idóneo para de satisfacer sus patrones de supervivencia.
Las investigaciones están siendo llevadas a cabo por el profesor de Geología de la Universidad de Oviedo, José Carlos García Ramos.
Si bien existen distintos lugares privilegiados para el descubrimiento del jurásico asturiano, como la Playa de la Griega en Colunga, y decenas de puntos costeros de Villaviciosa y Ribadesella, proponemos aquí la costa baja de Tereñes, en Rbadesella, tanto por la relevancia de los hallazgos como por la impronta paisajística del lugar.
El pedral de Tereñes
Bajamos por un camino empinado al pedral de Tereñes y nos topamos con rocas mil, grandes y pequeñas, por las que se transita torpemente. Una vez abajo caminamos hacia nuestra derecha, hacia la vertiente oriental del pedrero.
Los pedrales de Ribadesella
Combinan la caducidad de sus formas sometidas a la erosión con la muestra perenne de las especies que lo han…
La mayor concentración de huellas halladas aquí se localizan sobre una roca plana e inclinada como es costumbre en estos casos. La primera cata científica de estas huellas concluyó con «dinoturbación», es decir, una masa de huellas arbitrarias, por efecto de una cita masiva de dinosaurios de toda condición, en el mismo sitio. Sin embargo, desde hace poco tiempo se ha cambiado de teoría. Y es que si se analiza la longitud del paso, el tamaño de las mismas, y la orientación respecto a un eje, se descubre, sorprendentemente (y este es un hallazgo de gran relevancia en la europa continental de los dinosaurios), que los rastros son paralelos entre sí, con una simetría pasmosa que nos dice que aquellos «monstruos» caminaban en manada por aquel lugar, dando un paseo sin prisa y sacando a relucir su comportamiento gregario. En su mayoría las huellas corresponden a bípedos herbíboros, si bien choca apreciar cómo en lo más alto de la roca otro rastro diferente avanza perpendicularmente hacia las primeras. Tienen más afilados los dedos, se trata de bípedos carnívoros, los que comúnmente se tragaban a los primeros.
Las huellas proliferan por doquier. Además de las clásicas depresiones sobre las rocas, están también los «contramoldes», muy abundantes. Se trata de huellas evidentes que se manifiestan hacia arriba, por efecto de una sedimentación posterior en el tiempo que las fue cubriendo.
En su visita a este litoral irán advirtiendo la abundancia de muescas oscuras y diminutas ennegrecidas por el fosfato, puntos negros de la piel de la roca. Pues bien, no son cualquier cosa. Todas tienen un pasado, se trata fundamentalmente de escamas de pez jurásico y fósiles de vegetales marinos y terrestres.
Pero hay más descubrimientos, también está la propia tierra, el suelo y subsuelo jurásico que aflora en el pedral con grietas de desecación y caudales inmortalizados en el suelo actual, roto y disperso. Su dura composición ha servido también de cantera propicia para las paredes ilustres de edificaciones humanas. Se observa esto en algunas de las casas medievales de la comarca y también en un buen número de edificios de uso público, como los ayuntamientos.
El jurásico ha formado hogares y abrigado ideas y debates sociales. Pero pese a su importancia, el piso quebrado del pedral suele pasar desapercibido a sus anfitriones, muchos de ellos habituados a contemplar sus formas con alguna finalidad meramente pragmática: buscar algo firme para tumbarse, capturar llámparas, bígaros, pulpos, pescar a caña sobre alguna de sus rocas, encontrar un pozo profundo para bañarse, algún canal submarino para bucear, o simplemente manosear piedras suaves para relajarse. Todos los rincones del Pedral, o una buena parte en su defecto, son, sin embargo, jurásicos.
La Fiesta del Pez
Se trata de un evento de tintes ancestrales donde el hombre, armado de una caña y de unos troncos de leña,…
Texto: © Ramón Molleda para ribadesella.com