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Los murales de la iglesia de Ribadesella

Los murales de la iglesia de Ribadesella

Artistas del cielo

Actualizado el 2 octubre 2024
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Artistas del cielo

La iglesia parroquial de Ribadesella alberga un tesoro contemporáneo, la obra monumental de tres artistas del cielo y de las grandes escenas: Los Hermanos Uría Aza. En el interior del templo encontramos cuatro grandilocuentes murales que se iniciaban en la Segunda República y concluían en la Posguerra. Por el medio nada menos que una guerra civil, dificultades de abastecimiento, problemas de financiación artística, miserias humanas, felicidades soñadas y mil avatares de una época negra.


Hoy en día, después de una cuidada restauración, pueden disfrutarse en todo su esplendor estos paneles que no dejan indiferente a nadie.

La iglesia parroquial de Santa María Magdalena, comenzó a levantarse en 1924 sobre restos románicos, atendiendo a un proyecto de M. García-Lomas y U. Manchobas y fue destruida en 1936. Tras acabar la contienda se emprendió su reconstrucción. Un edificio de considerables proporciones y que presenta una gran cúpula sobre el crucero. En el interior muestra el retablo mayor, tallado en piedra por el escultor Emilio del Valle, según un diseño de Gerardo Zaragoza y, sobre el cimborrio del crucero, las pinturas murales que dan protagonismo al templo, realizadas por Bernardo, Antonio y Celestino Uría-Aza.

Paz, Culpa, Delito y Admonición son los títulos de los cuatro grandes paneles. Los Uría Aza, artistas locales, comenzaron a pintarlos allá por el año 1935. Lo hicieron de la cúpula de la parroquia hacia abajo, como mandan los cánones. Tardaron casi 20 años completos en rematar los murales y por el camino se fueron haciendo cada vez más artistas. Dominaban la técnica y aspiraban a más dosis de expresividad con cada pincelada.

Dicen los viejos del lugar que había que ver como se fraguó todo el asunto. Un montaje pintoresco, un montón de tablas creando un anticuado andamio cuadrado, anclado mediante cuerdas a los cuatro ángulos más altos de la Iglesia. Se tiraba de un extremo y el armatroste se movía del centro hacia las paredes. Los Uría Aza eran temerarios. Tripulaban aquella nave día sí día no como en medio de una tempestad, lidiando con decenas de bocetos en papel de estraza, pinceles mil, botes de pinturas …

Descubrimos unas cortinas de fuerte relieve. Una especie de colosos parecen nacer de «la tela». Hacen esfuerzo. Sujetan el templo para no que no se venga abajo. Son hombres corpulentos, jóvenes atléticos que los Uría Aza contrataban como modelos en la misma villa de Ribadesella. Los que más posibilidades artísticas ofrecían fueron clonados por doquier, y aparecen repetidos en las singulares escenografías de los pintores. Un rostro servía para otros diez, una espalda equivalía a casi un centenar de espaldas…

Los paneles del crucero eclesial chocan frente a frente. Desde el paraíso de fertilidad y calma de la «Arcadia Feliz» hasta el horror de figuras desgarradas colgando de cadenas rotas. En medio, Dios abriendo claros. Los teólogos de la Iglesia y la filosofía se reprenden. Y la herejía por el camino del medio (Los hombres que perdieron la recta), naufragando en una atmósfera turbulenta sin destino posible.

Un campo sembrado de muertos. Caballos negros y blancos, Apocalipsis y esperanza venidera. Un hombre frena con ímpetu el trote de un caballo. Lo agarra del hocico, desafia sus cascos y su furia como si en el fondo luchase consigo mismo. Hay otro montado en un caballo negro. Su pose es tan forzada que da la sensación que alguien en aquella maraña humana le tira de los cabellos para hacerle caer.

La ejecución es más maestral si cabe en el mural de tema Admonición. En éste, comentan los expertos, se encierran 20 años de experimentación artística. Con cuatro toques de pincel los Uría Aza conseguían un expresionismo radical, aparentemente sencillo pero tremendamente meritorio. Una lucha eterna de cuerpos. El caos del mundo y sus banderas. Un cuadro antigregario, mítico y pretencioso, enfrentado en sí mismo con profundas connotaciones para el espectador.

La cúpula, la primera que fue pintada en los años 30: el clero y los poderes fácticos. Los rostros aquí tienen un tinte frío y calculador, cubista, una ejecución radicalmente distinta al resto de las pinturas. En el centro justo de la cúpula está la Santísima Trinidad. Apenas se percibe desde abajo ya que en ella se empleó escasa pigmentación y mucha agua. Un misterio divino, volátil. Desde tierra firme es como un acto de fe, desde cerca no pasa de hecho sutil.

La levedad se expresa también en uno de los retratos de Dios. Se encuentra en la bóveda de una de las capillas laterales. Un rayo da paso a la divinidad y las nubes revolotean nerviosas abriéndose en espiral.


Texto: © Ramón Molleda para ribadesella.com Copyright Ramón Molleda


Coordenadas Latitud: 43.4622498 Longitud: -5.0576377


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